Verano, es tiempo de aprender, y para ello hay que leer; empiezo un libro :"El árbol de Emmy. Emmy Noether, la mayor matemática de la historia", su autor Eduardo Sáenz de Cabezón es un gran lector, un gran matemático, un gran divulgador y una buena persona. ( ¡Ah! y tengo el honor de conocerlo en persona, físicamente, eso, ahora , en los tiempo que corren es un plus añadido).
Otra mujer, que comenzado ya el siglo XX no podía matricularse en la Universidad, en Europa, en Alemania; qué lento vamos avanzando cuando aún hoy día mi amiga María Caballero alude a ese techo de cristal, («glass ceiling barriers» expresión que en 1978 usó en un discurso Marilyn Loden.
Estoy disfrutando con esa visión tan particular que Eduardo tiene de la Matemáticas, convierte en fácil lo que no es tanto, así entiendo la simbiosis entre la Física y la Matemática, ( justo en el día en que me entero que la nota de corte más alta de acceso a la Universidad en Granada, la tiene el doble grado de Física y Matemática con un 13,775).Y estoy sufriendo poniéndome en el lugar de Emmy y cómo fue tratada, primero al no poder matricularse, al no poder dar clase, al no recibir un sueldo,... la más brillante matemática de la historia hubo de seguir adelante ninguneada y maltratada por aquellos que intelectualmente estaban muy por debajo de ella.
Una lectura amena, clarificadora sobre el trabajo matemático tan trascendental que realizó Emmy y con reflexiones intensas que manifiestan la grandeza de su autor.
¿En qué momento pensamos conscientemente, por primera vez, que también nosotros vamos a morir? Demasiado pronto. Somos mudos ante la muerte, apenas podemos balbucear algo sobre ella, pero, desde luego, no nos deja sordos. La muerte, la muerte propia, nos habla con claridad, nos hace preguntas y nos invita a valoraciones. ¿Qué cambios ha experimentado el mundo por el hecho de que yo haya permanecido, vivido, actuado en él durante treinta, cuarenta, ochenta o cincuenta y tres años?
Hay familias que son ecosistemas de crecimiento y referencias, que se construyen a partir de las coordenadas de sus miembros y que forman parte de ellos tanto como a la inversa.
Querer ser otro forma parte de ser uno mismo, nos ayuda a identificar en qué direcciones querríamos estirar las propias capacidades, nos permite asumir las propias limitaciones y dirigir los esfuerzos de nuestra permanente lucha interior.
No son estas personas extraordinarias las que escriben la historia, sino que más bien son los trazos que las vidas de multitudes dejan escritos en el tiempo.
Gracias Eduardo por enseñarme a ver unas Matemáticas que desde que comencé a estudiarlas en la Universidad en 1981 no había sabido percibir.
Una forma de ver el mundo que busca describir lo esencial que subyace a lo cambiante.
Los matemáticos estaban inventando nuevos mundos, sin saber aún que lo que estaban haciendo era descubrir este.
La matemática es abstracta y general, en ello radica su belleza, su poder y su dificultad. Conforme uno se adentra en las matemáticas, encuentra que al principio todo son números, relaciones entre cantidades y medidas concretas, luego resulta que todo son letras, relaciones entre números, y más adelante descubre que todo son diagramas y flechas, relaciones entre conceptos, relaciones entre relaciones. Siempre ha sido así, pero no siempre lo ha sido de igual forma.
Sus clases son difíciles, no elige ese método expositivo que guía al estudiante desde los principios básicos y le va presentando la argumentación lógica que le permita asumir la materia con más facilidad. Emmy no digiere primero y muestra después. Sus desordenadas lecciones son un lío monumental, porque acompaña en el descubrimiento de la materia, de lo que sabe y de lo que no sabe aún. Es dura en la discusión, aunque alentadora del talento y, sobre todo, de la creatividad.
Al leer este último párrafo revivo mis clases de un día cualquiera, de un nivel cualquiera en un Instituto, no, no es posible, más allá, si acaso, de conseguir apenas que mecanicen algún proceso; la cultura imperante del mínimo esfuerzo lo impide.
Y en 1921, a los treinta y nueve años de una edad en que se juzga que cualquier matemático es demasiado viejo para producir nada original, esta niña que lleva una vida bailando a contratiempo produce uno de los trabajos más influyentes de la historia. «Idealtheorie in Ringbereichen», publicado en Mathematische Annalen, tiene dentro el espíritu y el trabajo de Hilbert y de Dedekind, y a partir de ellos podríamos seguir el hilo hasta los antiguos.
Quiero dedicar esta entrada a mi hija Paula, que el mismo día que que comencé a leer este libro, el 5 de julio de 2021 comenzaba su vida laboral. Es joven, tiene que romper aún muchos techos de cristal o del material que se proponga romper.